Llegar hasta el puesto de Carlos Ramírez es toda una hazaña. Su humeante kiosco de chancho al palo está rodeado de interminables colas que bien pueden demorar entre treinta minutos o una hora. Pero la espera bien vale la pena, a pocos metros de la meta uno ya puede ir saboreando los trozos de cerdo, dorados y jugosos. En fin, sabrosos.
Ya fuera de la cola -con el plato en mano- podemos sentirnos ganadores, el hambre no nos ganó, no tiramos la toalla, pudimos esperar y no nos dejamos vencer por los olores del mediodía que nos obligaban a dirigirnos a otro puesto con menos gente.
Esa es la historia de las más de nueve mil personas que hasta la tarde del lunes (cuarto día de feria) llegaron a Mistura para probar el famoso chancho al palo de Carlos Ramírez, un huaralino con casi veinte años de experiencia, que llega por segundo año consecutivo al Parque de la Exposición. En el 2010 batió récord y vendió 30 mil porciones. Ni el mismo lo podía creer.
Comenta que no hay tiempo para nada, “ni siquiera para respirar y sentarse un momento a descansar y disfrutar de la comida de otros puestos. Se trabaja duro y parejo”, cuenta don Carlos. La meta para esta edición es superar la cifra del año pasado. “Creemos que sí se puede”.
“La gente me recuerda de la feria pasada, ya me conocen y muchos vienen de frente hasta aquí. Ni bien se abren las puertas ya tenemos colas”, dice.
EL SABOR
Han pasado casi 20 años desde que Carlos dejó su trabajo de vendedor mayorista de pollos. Una repentina baja en el negocio, sumado a la competencia creciente, lo dejó sin mercado. El panorama se veía oscuro y aún tenía una familia que mantener. Él, que tenía la receta casera del chancho al palo decidió un día dar a conocer su sabor. “Nos hacían pedidos y luego el negocio creció”. Esa fue la luz al final del túnel.
El secreto de su plato, dice, está en la brasas. “El chancho no se coloca sobre las brasas, se pone de lado, de manera que solo el calor es el que cocina la carne y deja el producto final sin olor a quemado”. Para ello utiliza madera de naranjo, la mejor para este trabajo.
Los chanchos son enteros, así que primero se debe deshuesar. “Una vez en el fuego, se le da vuelta para que todo quede bien dorado y sin rastros de sangre”, comenta.